jueves, 26 de enero de 2012

Mi nombre es Rufus, de Juan Terranova, Interzona, 2008, Buenos Aires. 
El pornógrafo, de Juan Terranova, Gárgola, 2005, Buenos Aires. 
El caníbal, de Juan Terranova, Ediciones Deldragón, 2002, Buenos Aires. 



Dentro de las novelas

    Son tres de las cuatro primeras novelas de Terranova, sólo falta El Bailarín de Tango. Escritas entre 2002 y 2008. Al leerlas me ha sucedido algo bueno. Porque creo que cuando un lector se acostumbra a leer toda la obra, o casi toda, las cosas cambian. Es más fácil entender de qué viene la cosa. El hilo conductor de las primeras obras de Terranova, para mí, son las pequeñas historias. Contadas oralmente por sus personajes, reproducidas a través de noticias, extraídas de Internet, en una lista de apariciones religiosas o en otra de los asesinos seriales. Como sea. Después está el sexo, y sus variantes. Y después los medios masivos, incluido el mundo digital. También la amistad, dijo el autor en una entrevista reciente, y tiene razón, nunca faltan un par de amigos en sus textos.


    La ficción, que todo lo atrapa
    Sobre El caníbal

    Es el relato de los sucesivos encuentros entre un joven escritor de apellido Terranova y otro, Villegas, ya experimentado, que le dice que leerá su primera novela y lo contactará con algún editor.
    Más de la mitad de El caníbal consiste en charlas y discusiones entre ambos escritores, en los que generalmente Villegas le da a leer noticias, ya que sostiene que allí se encuentra la verdadera literatura de hoy en día. Así aparece la reproducción de una noticia sobre el hijo de un artista español que asesina a su madre, otra sobre un hombre al que encontraron muerto frente al televisor cinco años después de haber fallecido, una referida a un ermitaño que vivió diez años en una cueva, el asesinato de un hombre peruano al que mataron por errar un penal, la noticia de un asalto en Mar del Plata que termina con la muerte de una anciana bajo la mirada de su hermano sordomudo.
    Después hay otras, referidas a la televisión: un suicidio en vivo, la historia de un ciudadano israelí que ayudado por la BBC encuentra a su familia para después asesinar a sus hijos, un asesinato de un hombre norteamericano después de declarar en televisión su amor homosexual.
    Villegas luego desaparece y Terranova queda en contacto con un editor viejo: Marconi. A él entrega una obra que escribe rápidamente y la firma con el nombre de Villegas. La obra es publicada. La novia de Terranova le cuenta la novela antes de irse a España y está llena de las mismas historias de aquellas noticias.
     ¨Argentina se cae a pedazos¨, dice un funcionario del FMI en el diario, en otra noticia el politólogo francés Alain Touraine dice “Argentina es un país que no existe”. En medio de la crisis más profunda del país, sobrevive la literatura, en los diarios, en las revistas, en los libros, en las cartas, más allá de los géneros y las ideas. Como dice el personaje: “Subsiste en la obsesión de algunos con la forma de la ficción y en la conciencia de todos, para poder relacionarnos con el mundo, en la forma que el mecanismo mediático le imprima.”
    Toda una declaración, sobre los medios y sobre la literatura. En ese momento los diarios, las revistas y la televisión. Aún no estábamos conectados a Internet.
    La novela, diez años después, resiste una lectura y entretiene. No todos los textos los logran. Es el germen de una obra que comienza. Las historias sobreviven. 


    Los secretos del mundo
    Sobre El pornógrafo

    Es la segunda novela de Terranova. Es un texto extraño. Casi exclusivamente construido con diálogos de Chat entre dos amigos. Aquí tampoco hay una historia, las historias aparecen a través de las voces de Mirko, un ginecólogo que cumple guardia en horario nocturno, y Nemo, un fotógrafo de diario que también hace guardia por la noche. En sus horas de desvelo, conversan.
    Así, se cuenta la historia de sus parejas: Cecilia, una enfermera que Nemo conoció por Internet, y de Vera, una joven que Mirko conoció en una fiesta. También, y acaso la más importante, la historia del pornotraficante Mauricio, novio de Samanta, la prima de Vera.
    Además se cuenta una excursión de Nemo a un galpón del gran Buenos Aires, donde se hacen peleas de “vale todo”, fotos de un futbolista que se suicida, una noche en un hotel alojamiento donde miran a través de la cerradura de una puerta. Luego, historias sobre el registro de dominios de Internet, un viaje a Paraguay a comprar pornografía, detalles sobre clientes excéntricos en cuanto a gustos sexuales.
    Nemo deja su trabajo para dedicarse exclusivamente a los pedidos que Mauricio le hace, y Vera deja a Mirko. Todo parece desintegrarse, pero finalmente nos encontramos con buen final. Al igual que en El Caníbal, los dos amigos concluyen escribiéndose una carta, en este caso un mail, donde recomponen su relación, y explican cómo han encaminado sus vidas.
    Es una novela de lectura ágil y atrapante. Sin darnos cuenta, estamos en medio de una charla nocturna y secreta entre dos jóvenes que descubren un personaje que pertenece a un mundo oculto, el de la pornografía. Hay un poco de amor y abandono, también de amistad. 


    Los sonidos de Birmania
    Sobre Mi nombre es Rufus

    Tiene este libro características que lo podrían ubicar en una serie con los otros dos: un texto fragmentario, la ausencia de una historia rigiendo la novela, la inclusión de textos provenientes de otros registros (mucha letra de canciones en este caso), la casi ausencia total de una historia amorosa, la presencia de relaciones de amistad entre hombres.
    Y lo principal, un rosario de pequeñas historias con la que se va armando la novela, en Mi nombre es Rufus, referidas a cada uno de los integrantres del grupo punk Birmania. Javi, el cantante y escritor de las letras, que terminará perdido por las drogas, o en el Bolsón, o en el extranjero. Kike, el bajista, que fue el primero en abandonar el grupo. El Mono, que tocaba la batería. Y el narrador, guitarrista del grupo, nacido en 1970.
    El secreto es el narrador. Aunque se podría decir que siempre lo es. Aquí cuenta desde un lugar algo marginal, y lúcido. Hay una similitud con otros textos de Terranova. Quiero decir que bien podría haber elegido la voz del cantante y líder, pero en cambio, elige un observador, casi neutral y muy analítico. Un narrador que intenta comprender las cosas, desde un lado y desde el otro. Me recordó al cronista de La Virgen del Cerro y al de El diario de Alcalá, pero también un poco los narradores de la ficción, a los que no les suceden muchas cosas, y desde esa situación casi pasiva, con los ojos bien abiertos, pueden contar.
    Lo que se narra en esta novela es “la curva del punk”. Desde el inicio en el que dos adolescentes del industrial se juntan con sus instrumentos por primera vez, pasando por el momento en el que logran cierto éxito, después de tocar y tocar, y de grabar y de hacer giras por el interior, hasta el final y la decadencia, claro. “Seguimos vivos y sufrimos la energía centrífuga de la curva del punk. Esa curva que te saca del camino y te pone literalmente en otra parte”. Es un pequeño conflicto, cuando todo aquello termina y los protagonistas se encuentran con hijos, comprando un departamento, en el supermercado eligiendo pañales. 
    Un libro bien de ciudad, del Buenos Aires de fines de los ochenta y los noventa. Un libro referido obviamente a la música, con infinitas referencias a lo que sucedió y se dijo en ese mundo. Pero aunque el tema lo define, y lo diferencia, como en todos sus libros, el autor trata de indagar, de alcanzar ese fondo de las cosas que trasciende el tema. Y lo logra, cuando terminamos de leer sabemos que el libro no sólo se trataba de música.