Lo primero que quiero decir es que he leído dos libros de esta editorial y ambos me parecieron muy buenos, uno de poesía de Lamberti, y esta novela de Lezcano. Y los dos tienen ese no sé qué de editorial artesanal. En los tiempos que parecen aproximarse, del libro digital, uno cosido a mano, entelado, numerado, con una cinta como marcador, es una delicadeza a la que todo lector debería aspirar.
Se trata de una novela que inaugura una colección titulada El futón de Alfio Basile, a cargo de Lucas Oliveira, entiendo que contendrá textos más largos, creo que novelas.
El texto está dividido en tres partes, dos más extensas, la primera y la segunda, y una muy breve con la que se cierra el libro.
En Soledad, las primeras 73 páginas, Sebastián Ledesma, narrador y protagonista, cuenta su vida desde el momento en que decide dejar la casa en la que vive con su madre. Ella se enamora de Mauricio y lo invita a su hogar. Sebastián consigue una casilla en el patio de un amigo, y trabaja, al principio, de albañil, y luego de repartidor de diario. No hay casi conflicto más allá de un pelea en la que su amigo, drogadicto, sale muy lastimado con consecuencias mentales; y el extraño incidente del que no se dan muchos detalles acerca de la sospecha de que su patrón es un violador serial.
La primera parte culmina cuando Sebastián descubre el mundo de los libros y la posibilidad de reiniciar su vida estudiando la carrera de Profesorado de Lengua y Literatura. Se presenta y aprueba el examen de ingreso.
En Multitud, de 63 páginas, Sebastián ya no es el narrador. En tercera persona se cuenta la vida de los alumnos de un curso de séptimo de una escuela de barrio. La ausencia de profesor de Lengua lleva a Sebastián a encontrarse con ellos. Entre los alumnos hay una hija de un desempleado que se pasa los días mirando páginas pornográficas y que antes iba a una escuela privada, dos hermanos que tienen un hermano mayor preso en Batán y van a la escuela porque no quieren terminar siendo delincuentes, una madre que trabaja limpiando casas y sospecha que su hijo se dedica a robar. En ese contexto Sebastián Ledesma intenta captar la atención de sus alumnos pero un acontecimiento desafortunado lo hace fracasar y la autoridad del colegio no le renueva la licencia.
Un párrafo aparte para la situación amorosa del protagonista. En la primera parte se lo muestra llena de timidez para acercarse a las mujeres, y en la segunda dejando atrás una relación en la que llegó a convivir con una mujer. No hay historias de amor, y cuando aparece es sólo un recuerdo.
En la tercera parte, Compañía, se cuentan cuatro breves pasajes en la vida de cuatro de los personajes. Una alumna que queda embarazada y su amiga y su hermano la ayudan. Otra alumna, la que asistía al colegio privado, encuentra en un tercer colegio la música que le gusta. El hijo de la empleada doméstica, recibe la noticia de que sus amigos se han vengado contra el policía que de un balazo le sacó un ojo. Sebastián Ledesma, a la muerte del marido de su madre, recupera la casa que reclamaba como propia. Tristes compañías, de una realidad triste.
Lo que menos me gustó es que no haya una historia bien definida, sino más bien una descripción de la situación. Por eso, cuando aparecen algunos sucesos, como lector me quedo con ganas de más. Porque aunque hay veces que está bien trabajar con lo que no se dice, no está bien como regla. Hay al menos tres eventos de los que querría haber sabido más. Sobre el asesino de ancianas, sobre cómo se hizo de novio Sebastián si no podía ni hablar con las mujeres, sobre el asalto en el que Fito perdió un ojo Cuando narra hechos así, como la paliza a su amigo y su internación, el texto crece mucho. Será que soy de pensar que la literatura tiene algo que ver con lo excepcional. Pero, claro, quizás sea una apreciación personal.
También me molestó un poco el final, esa necesidad de darle un cierre, la tercera parte suena a agregada, no parecía tan necesaria teniendo en cuenta que se trata de una novela que describe más que nada. Esas cuatro historias bien podrían estar incluidas en el segundo capítulo, porque no son finales. Y sobre todo la de Sebastián, con esa especie de recurso meta-literario en el cual él empieza a escribir el texto que estamos leyendo.
En resumen, creo que es una buena novela, barrial, profunda, atenta, considerada. Sobre la dificultad de convertirse en adultos trata el primer capítulo, y sobre los problemas de la educación en el contexto de la pobreza y la marginalidad el segundo. Sin sermones, sin golpes bajos, con las grandes tristezas de las personas, y con las alegrías, que siempre son más pequeñas. Honesta, y de alguien que sabe sobre lo que está narrando. Y hay que decir que es muy buena, si tenemos en cuenta que se trata de la primera novela de este autor.