miércoles, 28 de diciembre de 2011

En cinco minutos levántate María, de Pablo Ramos, Alfaguara, 2010, Buenos Aires.
La Ley de la ferocidad, de Pablo Ramos, Alfaguara, 2007, Buenos Aires.
El origen de la tristeza, de Pablo Ramos, Alfaguara, 2004, Buenos Aires.


Tres novelas y una familia


No ocurre muy seguido. Y me parece que es una cosa buena poder hablar de un escritor después de haber leído sus tres primeras novelas. En el brevísimo plazo de seis años Pablo Ramos ha publicado algo así como 700 páginas de una historia, contada desde puntos de vista bien distintos. En El origen, desde la infancia; en La ley, desde el personaje central en un momento crucial de su vida, y por último en María, desde la subjetividad de la madre.
Nombro así las novelas porque así se refiere a ellas su autor cuando le preguntaron por el tema de cada una. Las definió diciendo que en El origen el tema es la felicidad, en La Ley la soledad y la desesperación, y en María la esperanza. No me gustan las declaraciones pero sirve en esta oportunidad para hablar un poco de la historia de Gabriel, el verdadero protagonista de la saga familiar.
El origen de la tristeza es una novela corta, que se divide en tres partes, y parece estar construida como un conjunto de cuentos con cierta continuidad. Un texto a medio camino entre el cuento y la novela. Episodios que narran la infancia de Gabriel y su hermano Alejandro en el creciente Barrio El Viaducto de Sarandí a mediados de la década del setenta y principio de los ochenta. La vida de su familia de clase trabajadora alrededor de un taller de tornería con problemas económicos; las pequeñas historias de cada uno de los integrantes de la barra Los pibes; el incendio del arroyo después de una gran lluvia; una excursión de la barra en busca de vino y sexo; la relación de Gabriel con Fernando, un vecino músico y homosexual; y con Rolando, el cuidador de tumbas del cementerio. Un texto que muestra, más allá de los tristes episodios de algún personaje secundario, como dice el autor, una etapa de felicidad, aunque el título diga lo contrario. Me hizo acordar a esos extraños y sublimes momentos en los que Fabián Casas narra su infancia en Boedo.
La ley de la ferocidad es sin dudas su mejor texto, con diferencia, y quizás una de las mejores novelas que he leído de entre todas las que han escrito los autores jóvenes en estos últimos años. Como si el tipo de la tapa nos pegara en medio de la cara con esos guantes rojos. Soledad y desesperación, está bien dicho. Gabriel es un adulto, muy exitoso en los negocios, al que se le muere el padre y desde el desorden de la droga y el alcohol en el que se encuentra su vida nos cuenta el odio, la tristeza, sus relaciones familiares, el fracaso de sus matrimonios, algún recuerdo de su juventud. Un texto potente, “una obra maestra”, “una magnífica novela”, dijo Fogwill en su momento. Y también está bien dicho.
Antes de comentar En cinco minutos levántate María, quisiera detenerme y citar otra vez a Fogwil hablando de Pablo Ramos: “escritor hipersalvaje y que tendría que darse cuenta que se puede convertir en un escritor de primera línea si acepta ciertas reglas del juego y si aprende a controlar y analizar sus textos”. Qué buen elogio, y qué difícil de recibir. Porque creo que con la última novela Ramos puso en juego muchas cosas, y perdió, claro.
En cinco minutos levántate María es la peor de las tres. Y eso no significaría mucho, porque con las otras dos la medida es exigente. Es una novela peor que muchas. Es aburrida, tediosa, que no narra: explica. Dan ganas de dejarla a la mitad. No porque su materia es mala, es la misma que en las otras dos, y muchos de sus episodios son buenos, creo que el defecto grande es la forma. La madre de Gabriel, María, ya vieja, repasa su vida antes de levantarse. No tiene el texto una historia, más que la ecléctica enumeración de los recuerdos de una mujer. Además está cargado el relato de detalladas referencias al momento preciso en el que María está en la oscuridad de la habitación, lo que escucha, lo que no ve, lo que presiente. Muy aburrido.Creí en un momento que no me atrapaba como lector porque no se lograba construir una subjetividad femenina, como si todo el tiempo se adivinara la voz de un hombre detrás de la mujer que cuenta. Pero quizás no sea eso. Quizás fue que cayó en la trampa de imponerse una trilogía cuando con los dos primeros libros la historia estaba bien contada. También pensé que no funcionaba porque por primera vez en la serie el escritor narraba sobre un tema que no conocía, o no tan bien como en las dos novelas anteriores. Y lo digo porque Ramos mismo ha dicho que los textos son bastante autobiográficos. Luego volví a lo dicho, a lo difícil que ha de ser mantener el nivel después de una novela excelente. Pero cuando leí esa frase de Fogwil, me golpeó el hecho de reconocer que una cosa es ser un buen escritor, y otra dar un paso más allá. No es para cualquiera. No cualquier persona está en condiciones de optar a esa posibilidad. Ser una de ellas debe sentirse bien. Y debe asustar.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued, Anagrama, 2009, Buenos Aires.


La luz del interior

Evito leer los comentarios sobre esta novela intentando decir algo original. No creo que sea posible. Parece que lo que comenzó siendo la aventura de enviar un original al Premio Herralde 2008, terminó en una legión de lectores rescatando el texto como uno de los más importantes escritos en Argentina en los últimos años. O al menos uno de los más elogiados y citados.
Es una novela corta, muy corta. Poco más de 170 páginas, divididas en 41 capítulos cortos, que algunas veces no llegan a una página. En conclusión, se lee en una sentada, o en dos. No tiene una trama muy compleja, es la historia alrededor de la cual podría escribirse un cuento.
Un resumen. Todo comienza cuando a Cetarti lo llama Duarte para decirle que Daniel Molina, un amigo suyo, ha cometido un crimen y se ha suicidado. Molina, pareja de la madre de Cetarti, la mató junto a su hermano en Lapachito, un pueblo de Formosa, donde viaja a cumplir con los trámites. Luego Cetarti regresa a Códoba. Entonces se cuenta su historia, y en paralelo la de Danielito, el hijo de Molina, y secuaz de Duarte, quienes se dedican al secuestro de personas. Las historias se unen al final en un extraño accidente.
No hay un policial porque el crimen se resuelve en un escritorio tras llenar un formulario, no hay investigación, ni interrogantes, nada. No hay amor, todo parece girar en torno al dinero y su búsqueda. No aparece la ciudad de Buenos Aires, todo sucede en el interior, de Formosa a Córdoba. No hay mujeres, salvo la madre de Danielito. Casi no hay sexo, más que unos videos pornográficos.
Es una novela construida con otros elementos, algunos no habituales. De los conocidos, la marihuana, en todo momento, en casi todos los personajes, poniendo esa distancia y distorsión en la percepción de las cosas que tantos escritores quieren repetir en el texto. Y después, creo, lo más interesante, esos tres o cuatro personajes marginales, corridos de la sociedad, hijos de una educación distinta, militar en el caso de Duarte y Molina, de hijos de militares en el caso de Danielito. Personajes como Cetarti, en proceso de degradación, sin trabajo, sin familia, sin auto, sin dinero; o como su hermano, encerrado entre basura, solitario. Una mujer abandonada, la madre de Danielito. Un hijo que olvida las cenizas de su familia en el baúl del auto, otro que las arroja por el inodoro. Muchos fuman mucho tiempo, comen lo del día, pizza, Coca Cola, miran videos de animales, de guerras o de investigaciones históricas en tv. Releen revistas viejas. Tienen mascotas. Todos sufren hechos aberrantes, y varios son capaces de provocarlos. Nunca suena en el narrador una alarma ante esos hechos. La sorpresa, el asombro, la tarea de rescatar algunas escenas, parece ser la tarea que el lector debe cumplir. Es una buena distribución de los roles. Y ese me parece el mérito más grande del texto.

jueves, 1 de diciembre de 2011

El asesino de chanchos, de Luciano Lamberti, Editorial Tamarisco, 2010, Buenos Aires.
San Francisco / Córdoda, de Luciano Lamberti, Editorial Funesiana, 2009, Buenos Aires.

Después de tanta búsqueda, cuando creí que todo estaba perdido, encontré a Lamberti, y por partida doble. En Eterna Cadencia el libro de Tamarisco, en casa del editor el de La Funesiana. No he reseñado mucha poesía pero creo que valía la pena intentar hacerlo por este hijo de carniceros cordobeses que todos elogian.

San Francisco / Córdoba, o el detalle de los buenos versos

Me resulta difícil porque la poesía pareciera condensar, y la narrativa es el movimiento contrario, extender. Por eso reseñar un libro de poesía también es complejo. ¿Para qué extenderse en una explicación aburrida de una idea cuando en los versos está la mejor versión, concisa y hermosa? En fin, veremos cómo resulta.
El libro se divide en cuatro partes. En la primera “San Francisco”, diecisiete poemas cortos conforman un cuerpo que parecen el resumen de libro de cuentos. Versiones poéticas de historias de pueblo del interior argentino. Para ser más exactos son historias, o los restos que deja una historia, o solo un momento, o solo un lugar. Así, en se cuenta sobre un profesor de karate, sobre el tonto del pueblo, sobre los preparativos de un padre que caza, sobre la visita de un alemán con su serpentario, sobre un accidente en Navidad que termina en el hospital, sobre la pileta del club, sobre los chicos que juegan en la calle, sobre el viaje en bicicleta a la escuela, sobre el suicidio del abuelo.
Es una enumeración tediosa, pero significativa para describir el mundo que es materia de la poesía de Lamberti en esta primera parte. Luego, en la segunda, “ Córdoba”, un poema largo de cinco páginas, esa mirada sobre el mundo de la ciudad, a pesar de ser similar, ya está distorsionada, apenas desfasada en una superposición de imágenes, sonidos y personajes, entre los cuales se puede identificar a un inmigrante de San Francisco que escribe poesía.
Luego hay un cambio notorio en la tercera parte, “Buceo en aguas cálidas”, un poema de más de dos páginas donde un lago es visto desde la orilla y luego desde el fondo del agua. Y ese cambio continúa en “La bañera”, dividido en seis partes o poemas cortos. En ambos las historias pasan a ser un detalle, un origen lejano, y lo esencial, el hombre y la naturaleza, irrumpen en un primer plano.
Un buen libro de poesía, que interpela a los lectores de hoy. Anoté algunos versos que me parecieron dignos de ser copiados porque muchos son una historia en sí mismos, o porque encuentran detalles preciosos en los lugares menos pensados.
-“ lluvia de liebres nuevas entre los surcos”. - “el olor a aceite de la escopeta”. - “las fotocopias se velaron como los ojos de un ciego”. - “una marca de agua en el espíritu”. - “Tenías en vos un parásito mortal”. - “Teros metafísicos cuelgan gritando del aire”. - “Sus rodillas eran piedras pulidas”. - “Y los perros lo llamaron toda la tarde. / Lo olían, horizontal, sobre el pasto.”. -“Resentirse como una fruta”. – “Estoy de un salto en mí. Salto hacia mí / desde fuera. Salto afuera del círculo. / Salta lo que soy dentro mío.”. (Muy Pizarnik, ¿no?) – “Soy uno de los que tiemblan bajo las hojas”. – “Uno en la bañera en la que flotan tus criaturas”. – “Quienes nacen en una selva de chillidos”. – “En cuclillas, hago planes”.

El asesino de chanchos, o cómo armar una metáfora

De extraña manera será más breve, creo, la reseña de los cuentos que la de las poesías.
El material es el mismo, ese interior agreste de un pueblo cordobés, sus historias trágicas, tristes, sus paisajes, los jóvenes que no encuentran el rumbo, o un rumbo de trabajo y pobreza, las charlas, gente solitaria, las conversaciones, las vacaciones, el calor del verano. Un conjunto de nueve cuentos que dejan en el lector la sensación que aquello de lo que quiere hablar Lamberti nunca será más que sugerido. En casi todos los textos se presenta un historia y luego otra, pero nunca el nexo que las unirá y les dará un sentido; como un metáfora inconclusa de la que se nos presentan las dos partes que el lector deberá relacionar.
En El asesino de chanchos, un joven huye de su casa en el interior a vivir con una amiga de la ciudad que terminará abandonando. El asesino es una noticia de los diarios. En Agua Viva una pareja en crisis invita a unos amigos de vacaciones a las sierras. El invitado descubre un vecino que huyó de Buenos Aires después de una tragedia y cría truchas. En Febrero, también en vacaciones y en las sierras, un hombre solo termina provocando un incendio y aparecen las fotos familiares de la mujer que le alquila la habitación. En La tortuga, unos amigos conversan en los días aburridos del pueblo, se cuentan historias extrañas, sobre un ovni, sobre el extraño clítoris de una gruppie de los Redonditos, sobre el capo de un internado, sobre la desaparición de una tortuga de dos metros en un patiecito sin tierra. Y en Una visita al señor, una abuela enferma y su nieto viajan a la casa de un sanador en medios de las montañas, pero el milagro marca más al nieto.
Hay otros cuentos que narran una historia más sencilla. En Una casa llena de insectos, un empleado de albañil que vive solo encuentra un perro que le cambia la vida. En Monocigótico, dos medio hermanos de familias paralelas viven unos días juntos. En El Arquero un joven que no sabe qué hacer de su vida decide aceptar la invitación de su hermano a una cena para conocer a una mujer. Y en El cazador, los galgos, la liebre; se suceden una serie de historias muy breves, casi descripciones, referidas a cazadores, a la loca del pueblo, a un niño con seis dedos, a otro sordomudo, y a una artista madura.
Es un libro corto pero intenso, cargado de historias, de personajes, de ideas, de buenos detalles. Cuentos bien contados, intrigantes, tensionados entre una sencilla historia y esas extrañas conclusiones a las que queremos arribar cuando nos encontramos ante algo que no sabemos cómo sería preferible explicar.