miércoles, 6 de agosto de 2014

Ladrilleros, Selva Almada, Mardulce, 2013, Buenos Aires.
El daño no es de ayer, Ignacio Padilla, Norma, 2011, Bogotá.
El desmadre, Pablo Farrés, Pánico el Pánico, 2013, Buenos Aires.
Arte menor, Betina González, Alfaguara, 2006, Buenos Aires.
Tu mano izquierda, Laura Meradi, Alfaguara, 2009. Buenos Aires.



Lecturas inconclusas

A todos nos cuesta dejar libros sin terminar. Será por haraganería. Algo así como que si ya llegamos hasta la mitad, para qué dejarlo si luego hay que empezar otro sin garantías de que a la mitad no nos encontremos con el mismo problema. Digo, no sé. También está el asunto de si es un libro que lo hemos comprado nosotros mismos, o si simplemente es prestado. Si es un regalo (que conlleva una recomendación) y hay un compromiso de comentario en agradecimiento. Si somos demasiados jóvenes para determinada lectura. O demasiado viejos. En fin, hay tantas cuestiones posibles que no parece nada sencillo explicarlas.
Entre los escritores está eso de que hay que tomar al lector del cuello en la primera página y ya no soltarlo. Pero todos nos soltamos alguna vez. Incluso de algunos de los mejores libros jamás escritos. Apostaría que en la lista personal de lecturas inconclusas de cualquier lector figuran Moby Dick, el Quijote o el Ulises de Joyce.
El asunto es que en estos meses una pila de libros creció en la mesa de luz, la de libros sin terminar. No sucede tan a menudo. Y como este blog trata de lecturas, creí conveniente compartir la experiencia haciendo un mínimo comentario de cada caso.
Ladrilleros, es la segunda novela de Selva Almada en la editorial Mardulce. La primera fue la consagrada El viento que arrasa. Hay una diferencia enorme entre ambas. La primera cuenta la historia de un pastor evangélico varado en medio de un viaje. Me gustó mucho, una historia sencilla bien contada. El principal motivo por el cual dejé a mitad de camino Ladrilleros es por el punto de vista del narrador, una tercera persona con un vocabulario de primera lleno de expresiones populares. Es un error que me molestó al punto de abandonar. A otros lectores no les sucedió lo mismo. Patricio Pron, que comenta libros, fue muy crítico en el mismo sentido. Cuando leí su reseña tuve la sensación de compartir algo con un desconocido.
El daño no es ayer, del mexicano Padilla, premio La otra orilla. Llegué hasta la página 92. Hay escritores que uno, como latinoamericano, ha escuchado nombrar. Padilla tiene un montón de novelas publicadas y me crucé con ésta, pero no hubo caso. Recuerdo un viaje al interior de México, un cura, poco más. Quizás merecía otro esfuerzo de mi parte.
El desmadre, de Pablo Farrés, es una novela corta de una editorial que sigo bastante, porque publica gente joven, y algunos conocidos. Decir que es un texto fuerte no es decir mucho. Sin embargo tengo la sensación de que abandoné su lectura porque no tenía ganas de soportar lo que se contaba, la historia de unos jóvenes revolucionarios que deriva en una adolescente prisionera de un comisario que la viola sin cesar. Al menos esa es la historia hasta donde llegue. Una literatura que quiere trabajar con la historia reciente de manera distinta, y al mismo tiempo, más que contar, provocar sensaciones, ideas. Debe ser el único texto que deliberadamente abandoné.
Con Arte menor Betina González ganó el premio Clarín 2006. En el jurado estaba Saramago, y dijo que era una obra de ”arte mayor”, jugando con el título. Queda bastante mal decir que sólo alcancé la página 62.  Me dio la sensación de que era una novela nueva que leída unos años más tarde ha quedado vieja.
Puedo decir, en cambio, que leí completa Las poseídas, de la misma autora, del 2013. Una novela entretenida que relata la experiencia de una adolescente en un colegio privado de Buenos Aires cuando llega una nueva compañera. Una historia con fantasmas y secretos familiares, bien contada y llevadera.
Para el final, Tu mano izquierda, de Laura Meradi. Una escritora sumamente joven a la que llegué por recomendación de algún otro escritor. También escribe crónicas. Leí casi la mitad del texto hace un tiempo. Recuerdo que trata de una niña y su visión del mundo, la relación con los padres y sobre todo con su hermano que tiene un problema en una mano. No me atrae mucho narrar desde ese lugar, desde la mirada del niño. Siempre está como forzado el punto de vista, parecen todos super niños. Me pasa parecido con los personajes escritores. Desde ya que es un recurso como cualquier otro. A mí me aburre.

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