Ladrilleros,
Selva Almada, Mardulce, 2013, Buenos Aires.
El daño no es de ayer, Ignacio Padilla, Norma, 2011, Bogotá.
El desmadre,
Pablo Farrés, Pánico el Pánico, 2013, Buenos Aires.
Arte menor,
Betina González, Alfaguara, 2006, Buenos Aires.
Tu mano izquierda, Laura Meradi, Alfaguara, 2009. Buenos Aires.
Lecturas inconclusas
A todos nos cuesta dejar libros sin
terminar. Será por haraganería. Algo así como que si ya llegamos hasta la
mitad, para qué dejarlo si luego hay que empezar otro sin garantías de que a la
mitad no nos encontremos con el mismo problema. Digo, no sé. También está el
asunto de si es un libro que lo hemos comprado nosotros mismos, o si
simplemente es prestado. Si es un regalo (que conlleva una recomendación) y hay
un compromiso de comentario en agradecimiento. Si somos demasiados jóvenes para
determinada lectura. O demasiado viejos. En fin, hay tantas cuestiones posibles
que no parece nada sencillo explicarlas.
Entre los escritores está eso de que
hay que tomar al lector del cuello en la primera página y ya no soltarlo. Pero
todos nos soltamos alguna vez. Incluso de algunos de los mejores libros jamás
escritos. Apostaría que en la lista personal de lecturas inconclusas de
cualquier lector figuran Moby Dick, el Quijote o el Ulises de Joyce.
El asunto es que en estos meses una
pila de libros creció en la mesa de luz, la de libros sin terminar. No sucede
tan a menudo. Y como este blog trata de lecturas, creí conveniente compartir la
experiencia haciendo un mínimo comentario de cada caso.
Ladrilleros,
es la segunda novela de Selva Almada en la editorial Mardulce. La primera fue
la consagrada El viento que arrasa.
Hay una diferencia enorme entre ambas. La primera cuenta la historia de un
pastor evangélico varado en medio de un viaje. Me gustó mucho, una historia
sencilla bien contada. El principal motivo por el cual dejé a mitad de camino Ladrilleros es por el punto de vista del
narrador, una tercera persona con un vocabulario de primera lleno de
expresiones populares. Es un error que me molestó al punto de abandonar. A
otros lectores no les sucedió lo mismo. Patricio Pron, que comenta libros, fue
muy crítico en el mismo sentido. Cuando leí su reseña tuve la sensación de
compartir algo con un desconocido.
El daño no es ayer, del mexicano Padilla, premio La otra orilla. Llegué hasta la página
92. Hay escritores que uno, como latinoamericano, ha escuchado nombrar. Padilla
tiene un montón de novelas publicadas y me crucé con ésta, pero no hubo caso.
Recuerdo un viaje al interior de México, un cura, poco más. Quizás merecía otro
esfuerzo de mi parte.
El desmadre,
de Pablo Farrés, es una novela corta de una editorial que sigo bastante, porque
publica gente joven, y algunos conocidos. Decir que es un texto fuerte no es
decir mucho. Sin embargo tengo la sensación de que abandoné su lectura porque
no tenía ganas de soportar lo que se contaba, la historia de unos jóvenes
revolucionarios que deriva en una adolescente prisionera de un comisario que la
viola sin cesar. Al menos esa es la historia hasta donde llegue. Una literatura
que quiere trabajar con la historia reciente de manera distinta, y al mismo
tiempo, más que contar, provocar sensaciones, ideas. Debe ser el único texto
que deliberadamente abandoné.
Con Arte menor Betina González ganó el premio Clarín 2006. En el jurado
estaba Saramago, y dijo que era una obra de ”arte mayor”, jugando con el
título. Queda bastante mal decir que sólo alcancé la página 62. Me dio la sensación de que era una novela
nueva que leída unos años más tarde ha quedado vieja.
Puedo decir, en cambio, que leí
completa Las poseídas, de la misma
autora, del 2013. Una novela entretenida que relata la experiencia de una
adolescente en un colegio privado de Buenos Aires cuando llega una nueva
compañera. Una historia con fantasmas y secretos familiares, bien contada y
llevadera.
Para el final, Tu mano izquierda, de Laura Meradi. Una escritora sumamente joven a
la que llegué por recomendación de algún otro escritor. También escribe
crónicas. Leí casi la mitad del texto hace un tiempo. Recuerdo que trata de una
niña y su visión del mundo, la relación con los padres y sobre todo con su
hermano que tiene un problema en una mano. No me atrae mucho narrar desde ese
lugar, desde la mirada del niño. Siempre está como forzado el punto de vista, parecen
todos super niños. Me pasa parecido con los personajes escritores. Desde ya que
es un recurso como cualquier otro. A mí me aburre.
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