viernes, 16 de septiembre de 2011

Un hombre llamado Lobo, Oliverio Coelho, Duomo Ediciones, 2011, Barcelona.


Los detalles del tedio


La historia que narra Coelho no está mal cuando se la resume.
Lobo, un oscuro inspector municipal de la ciudad de Buenos Aires, siente la necesidad de formar una pareja, conoce a una humilde mujer con quien se casa y tiene un hijo. Luego la relación fracasa, al mismo tiempo que se queda sin trabajo. Su mujer huye hacia el interior, y él comienza una búsqueda de la mano de un extraño inspector que lo llevará hasta Viedma y Carmen de Patagones. Allí, buscando a su esposa, se ve involucrado en un hecho sangriento, y luego es amparado por el caudillo del pueblo que le ofrece a su hija en matrimonio. Lobo vuelve a huir, y se instala con su nueva mujer en San Manuel, otro pueblo de provincia, donde transcurren los que serán sus últimos años de vida. Entonces la historia de Iván, aquel hijo que tuvo con su primera mujer, vuelve a tomar fuerza, ya viaja a San Manuel buscándolo.
Lo que sucede cuando la historia no se cuenta así, resumida, es que la novela es muy aburrida. Se demora mucho en nada. A ritmos muy desparejos. Lenta en su primera parte, y muy rápida luego, no sucede nada y de repente suceden muchas cosas. Y aunque quizás sea porque el tedio y la falta de motivación son características del personaje, el lector sufre ante un texto donde la historia no parece tener motores que la conduzcan hacia algún lugar. Por eso aunque en un resumen quede claro que se trata de una búsqueda de alguien abandonado, no es así en el texto, donde el personaje no siente amor por su mujer ni por su hijo, tampoco odio o venganza, nada.
Algo similar puede decirse sobre la construcción del personaje de la mujer de Lobo, Elena. Ella es una mujer humilde, que vive en un barrio muy pobre, con su madre. Lobo en cierto punto la desprecia por su condición, y solo la quiere para que sea la madre de sus hijos. Lo extraño es que por momentos el desprecio parece provenir no solo del personaje, sino también desde el narrador. Al igual que con el tedio de Lobo, que inunda todo el texto, trascendiendo el personaje, con el desprecio hacia Elena sucede algo similar. Para algunos será un mérito, para mí enrarece el texto.
Para terminar, tengo anotado en los apuntes de lectura algunas cosas:
-Página 157, por fin una escena donde pasa algo. Es un poco tarde.
-Repetición de la palabra orbitar, para diferentes situaciones, cuatro veces.
-Frases horribles: a) Por imágenes extrañas: “Lobo trató de dominar el trotecito de sus fantasías”, “desayunó la fragancia esquiva del dinero”, “humedeció con fluido la boca del ano”, “comerciantes sodomizados por la inflación”, b) por generalizaciones: “como todos los tullidos”, “los borrachos, además de los hombres desnudos, a veces obraban como delatores”, “La imagen mersa del lujo de provincias acoplado al espíritu de Las Vegas” c) Por desconocimiento de las cosas: “dos perros dormían boca arriba al sol”, “armen la pira de nuevo”.
No es que uno sea un perfeccionista o un obsesivo por los detalles, pero ¿cómo hace un perro para dormir boca arriba? ¿y dos al mismo tiempo? ¿quién le dice pira al fuego del asado? Y para ir un poco más allá, ¿Quién fue el descuidado editor al que le da lo mismo poner un cadillac amarillo en la tapa buscando ilustrar el naranja tan particular de los chevrolet que aún circulan por nuestro interior?
En fin, que no me gusto está claro. Y que me molestaron algunas cosas, también. Me pregunto cuanto me molestará una crítica parecida cuando haya publicado un libro.

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