Gramática de la sombra, Jorge Consiglio, Norma, 2007, Buenos Aires.
El perseguido, Daniel Guebel, Norma, 2001, Buenos Aires.
Cuando me enteré que Norma dejaba de publicar ficción revisé entre los libros por leer, y había dos. Consiglio y Guebel. Ambos, recomendaciones del atento librero y editor de Eterna Cadencia. Ambos postergados desde hace tiempo. Me gusta que hayan pasado unos años desde su publicación (cinco y diez), para ver cómo se llevan con una lectura actual.
Hombre solo en Buenos Aires
Sobre Gramática de la sombra, de Jorge Consiglio.
No está bueno leer entrevistas a los escritores, porque en medio del análisis de la obra siempre se filtra un dato biográfico. En casi todos los casos esos datos despiertan simpatías o antipatías. La categoría que más me gusta es la de escritor que trabaja de otra cosa, y Consiglio es visitador médico, o lo fue en un momento, además de profesor universitario. También es poeta y cuentista, le gustan los personajes laterales, Onetti y Arlt, y le molesta la literatura pasatista. Demasiada información.
Lo de poeta se trasluce en el cuidado de la escritura. Tiendo a creer que un detenimiento excesivo en la construcción de la frase y las imágenes termina otorgando un dejo de extrañeza en la novela. Por supuesto que hay casos y casos, y que el límite es tan delgado como personal, pero en Gramática de la sombra el equilibrio por momentos se rompe y los párrafos, o incluso algunos diálogos se vuelen abstractos y pierden la referencia.
Con respecto a la faceta de cuentista de Consiglio, creo que es lo que más aporta al texto. Lo mejor de la novela a mi juicio no es la historia central sino las pequeñas historias paralelas que por un motivo u otro van apareciendo. La historia de la niñez de un amigo que se va a Brasil cuando su padre se separa, la historia de un tío de un compañero de trabajo que luchó salvando judíos del nazismo, el relato de una consulta médica de una mujer paraguaya que sufrió un aborto, la de un pastor que maltrataba a su hija y muere atacado por el perro da la familia, una extraña anécdota sobre un infarto de Aníbal Troilo que es resucitado por una curandera de pueblo, una historia de amor entre una renga que le roba el marido a quien la ayudó, y otra similar sobre un inmigrante alemán que ayuda a otro, peruano, que termina huyendo con la hija. Relatos muy logrados que dan a la novela otra densidad.
Con respecto a la historia principal de la novela, yo no sé qué sucede. Es muy extraño. En esta también hay un personaje que lo ocupa casi todo. Básicamente trata sobre un hombre solo en Buenos Aires, aquejado por la pérdida de su mujer y lo incomprensible de las enfermedades terminales. Escribe un diario como terapia para elaborar el duelo. El libro pertenece a lo que ya parece ser una categoría. Casos muy similares a Levrero con La novela luminosa, a Martini con Cine, sin ir muy lejos a la última de Coelho que reseñé la semana pasada, recuerdo la de Brindisi, Placebo, de Entropía, pienso en El pasado, de Pauls. Novelas de tono existencialista que repiten la fórmula de textos en los que no suceden muchas cosas más que la presencia de ese personaje, sufriente. Y algunos tópicos como el de espiar a una vecina, la observación de animales (palomas, hormigas, perros), la irrupción de la violencia extrema aunque no sea el eje de la historia, el detalle en las comidas, algún viaje al interior, y lo dicho, la enfermedad, la escritura.
El resultado, al menos en mi caso, es que como lector te terminas enfrentado a textos donde no suceden muchas cosas: son artefactos muy difíciles de poner en funcionamiento, lentas maquinarias que encuentran, en este caso, en las pequeñas historias paralelas, un oasis de ficción entretenida y buena.
Hombre solo en el mundo
Sobre El perseguido, de Daniel Guebel.
Es un libro viejo, ya han pasado diez años desde su publicación, quince desde que el autor comenzó a escribirlo. Y todavía está vivo. Apenas ha perdido un poco de ese brillo del que gozan los productos nuevos. Por lo demás, funciona perfectamente: entretiene, te lleva de un saque hasta el final, te hace reír, te hace pensar, te hace admirar al escritor. Todas cosas buenas.
Después están las malas. Es un libro de autor desconocido para el gran público y parece que su literatura es para gente de letras. ¿Existe la gente de letras? Lo que quiero decir es que no es una historia tradicional, todo lo contrario, se rompe la verosimilitud, la trama, nada de construcción tradicional de los personajes. Es un delirio atrás de otro, una mentira gigante, una locura total. Podría decirse. No se si importa, pero quien busque un novela que cuente una historia encontrará otra cosa.
Lo que hay es un personaje perseguido por el Estado, que vivirá situaciones de lo más disímiles. Será clonado, se exiliará en el desierto, en un hotel de hielo, en el fondo del mar; vivirá en un estudio cinematográfico, asesinará a un actor que iba a representarlo, se transformará en mujer y otra vez en hombre, tendrá un esposa y un hijo robots, será atrapado, acaso provocará el fin del mundo. Aunque nada de eso importe más que para hacer reflexionar al lector sobre dos temas recurrentes, el Estado opresor y la identidad.
Lo más importante, lo que más me gustó, es la voracidad por escribir, la necesidad que parece tener el autor de llevarse todo por delante con las palabras, aplastando la historia y sobre todos los personajes, un ola narrativa que los empuja, los deforma, los pone patas para arriba y cuando todo termina ya parecen un montón de muñecos destruidos.
Dos apuntes finales.
Antes esta novela no me hubiera gustado nada. Demasiado egocéntrica, habría pensado, un ejercicio literario inservible. Hoy, riéndome con algunas de sus imágenes, analizando sus reflexiones, puedo ver las cosas de otra manera: Pág. 43: Usted siempre es serio porque siempre se piensa importante. Quizás antes era eso. Y la risa, también, el humor siempre mejora las cosas.
Lo otro que quiero rescatar, para terminar, son algunas frases muy buenas. Dichas como al pasar:
Pág. 60: -¡Andá! ¡No te creo nada! – le decía Marcelito a Maaresta Tunturi (ya habían entrado en confianza). Pero cada noche, después de la cena y el café, le pedía que repitiera la historia.
Pág. 70: Ubaldo es un soñador. Para él, todo es negocio.
Pág. 144: - ¿Por qué siempre querés saber todo? ¿Desde cuando la verdad hace feliz a la gente?
Pág. 145: ¿Podía alguien creer un día en una cosa y otro día en la opuesta?
Pág. 126: -Nimporta. Cuando hablo y mastico al mismo tiempo se me desacomoda la dentadura postiza, ¡así que andá a saber qué dije! (la palabra nimporta está buenísima, y si es un error nimporta)
Pág 35: eran todas iguales, indias culonas y de tetas caídas, que ignoraban las ventajas de la gimnasia modeladora.
jueves, 22 de septiembre de 2011
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