viernes, 9 de septiembre de 2011

El huésped, Guadalupe Nettel, Anagrama, 2006, Barcelona.






Ciudades de una cosa

Los marcadores que regalan en la librería Böhm son de dos tipos. Unos tienen una foto del bosque, y los otros, una del edificio original. Se trata de una típica casa de comerciantes en la Costa Atlántica Argentina, de dos pisos, arriba la casa de familia, y abajo, el comercio. Lo curioso es que el edificio del marcador está solo, no hay nada a su alrededor, ni otras casas, ni árboles, ni nada. Hoy el edificio continúa siendo el mismo, en plena Avenida 3 de Villa Gesell, donde los carteles de las marcas más importantes del país hacen temporada. Allí, en medio de todo, espera lectores Böhm. Una buena librería, con estanterías bajas, con una cuidada selección de títulos entre los cuales siempre hay uno interesante.
Escribo esto, pienso en esto, creo, porque ando a las vueltas por Buenos Aires. Y ya no quedan aquí rastros de cuando esta ciudad enorme era, no digamos un poblado a orillas de un río, pero al menos una ciudad donde se podía vivir. Un amigo me contó el otro día, mientras esperábamos un micro en Retiro, que cuando vivía en México tuvo que acostumbrarse a que cada día solo podía hacer una cosa, no alcanza el tiempo para más, treinta millones de personas, el tráfico, en fin. Discutíamos si Buenos Aires ya era así. Entonces Gesell, hace trienta años, libros parece un paraíso.
Buenos Aires, un café del Abasto, o por ahí, me encuentra con El huésped, de Guadalupe Nettel, un libro que busqué bastante hasta encontrarlo en Gesell, para leerlo mientras espera para hacer una cosa en Buenos Aires. Lo abro, y aparece México. Qué extraño.



La Cosa ataca de nuevo

La narradora, Ana, comienza contándonos su infancia. Y luego, de repente, ya es adulta. Es un tema difícil, porque cuando es una niña está un poco fuera de lugar esa voz, la construcción de la voz de una niña no es tarea sencilla. Cuando crece, el tono se corresponde un poco más a la edad de quien nos cuenta la historia.
En la infancia Ana descubre que otro ser, a quien llamará La Cosa, vive en ella. Cada tanto esa otra presencia de adueña de Ana, con malas intenciones. Así, no sabemos cómo, pero pasa a ser la culpable de la muerte de su hermano Diego. Después el padre abandona a Ana y a su madre. Y ya en la adultez, cuando Ana comienza a trabajar en un instituto para ciegos, cree descubrir en una sociedad secreta del subterráneo mexicano su verdadero lugar en el mundo y la explicación a su doble personalidad.
En realidad se trata de una historia extraña, lenta, casi aburrida. Con un personaje que insiste una y otra vez en la amenaza de La Cosa, pero que nunca despierta en el lector un verdadero interés. Los personajes secundarios muy desdibujados, sin profundidad. El tema, poco interesante. Y además un lenguaje plano, insípido, donde las pocas metáforas sobresalen y nos dejan con ganas de más (tíos inflables para emergencias como velorios; el padre caminando alrededor de un charco de ausencia; la punta de un bastón de ciegos comparada con el hocico húmedo y negro de un perro).
La novela quedó en tercer lugar en el concurso de la editorial, y se destaca que es la primera novela de la autora, luego de dos libros de cuentos. Me preguntó si será la primera novela que escribe o que publica. Si fuera la que escribe pareciera comprensible ya que es un texto con buenos momentos, pero con algunas fallas que la vuelven previsible y lenta.

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