viernes, 24 de junio de 2011

Pinamar, Hernán Vanoli, Interzona, 2010, Buenos Aires.
Varadero y Habana Maravillosa, Hernán Vanoli, Editorial Tamarisco, 2009, Buenos Aires.




Extrañas vacaciones

Son dos libros muy buenos. Y extraños. En ambos Vanoli cuenta historias que transcurren en medio de viajes o durante las vacaciones. Son textos cortos, uno de cuentos, y el otro una novela que se lee de un tirón.
Varadero y Habana Maravillosa, el relato que da título al libro, cuenta la historia de un familia que va de vacaciones a Cuba; Funeal Gitano narra el conflicto amoroso en un grupo de jóvenes militantes; Castores, la relación de unos turistas con dos hermanos en la Patagonia que quieren emprender un negocio turístico; y Eugenia volvió a casa, el regreso de una hermana que trabajaba en el Caribe.
Son cuentos contados con un lenguaje sencillo, directo, casi transparente, donde las cosas solamente van sucediendo. Lo más interesante con los pequeños detalles que sitúan cada relato en un futuro impreciso, parecido a nuestro tiempo, pero con diferencias que cambian el contexto en el que transcurren las historias. No es ciencia ficción, sólo futuro. Y los temas son las relaciones familiares, entre padres e hijos, entre hermanos; el sexo, sobre todo en Varadero y Habana Maraillosa, y cierto clima represivo que amenaza desde los bordes de cada historia.
Hay asuntos que le van bien a la literatura, como el amor imposible, la muerte del padre, los hijos que se van de su casa, los viajes, y también, parece ahora, después de leer a Vanoli, podríamos sumar las vacaciones. ¿Qué tienen de especial? Que aunque los personajes son los mismos, cambia el contexto, las reglas, y el ánimo, por así decirlo.
Pinamar está escrita en primera persona, pero desde el punto de vista de dos narradores, los dos hermanos que cuentan parte de su historia, el segundo a través de un diario que su hermano reescribe. Primero en Buenos Aires, y luego en Pinamar. Llama la atención en particular la visión de uno de ellos, un joven que asistía a una universidad privada y la ha abandonado sin decírselo a sus padres, al tiempo que reniega de un país tercermundista como la Argentina, que vive la crisis del 2001. La voz del otro hermano está un poco más desdibujada, y quizás sea el único problema del texto, que por momentos se confunde la identidad del narrador. Lo que es entendible, porque cuando se narra en primera persona, con más de un narrador, y ambos son parecidos, es muy difícil desde el léxico marcar las diferencias y que los lectores puedan percibirlas.
Lo mejor de la novela es que se leen muy pocos narradores desde el lugar dónde cuenta Vanoli, un joven de clase alta, que odia los policías, los peronistas, los militares ignorantes, la cocaína, los negros del conurbano, los negros de Villa Gessell, y que quiere que Estados Unidos intervenga el país poniendo un gobierno. Es, en algún aspecto, parecido a Pablo Ramos, con esos personajes con dinero siempre a punto de explotar. Un verdadero hallazgo el punto de vista del narrador, los detalles, los hábitos de la clase social, sus miedos, sus mentiras, su desesperación por casarse, por salvar el dinero del corralito, por las apariencias.
Hay en la novela, hacia el final, una intriga, acaso policial. Y también un juego con la identidad de uno de los personajes. Es Pinamar una novela extraña, sobre vacaciones, en un territorio donde las personas pretenden vivir los mejores días de sus vidas, pero terminan dándose de frente con la cruel realidad de sus existencias.

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