martes, 14 de junio de 2011

Desalmadas, María Martoccia, La Bestia Equilátera, 2010, Buenos Aires.
Sierra Padre, María Martoccia, Emecé, 2006, Buenos Aires.



Fui a comprar Caravana, un libro de cuentos reeditado por La Bestia Equilátera en el 2009, y del que había leído una serie de críticas de Quintín, donde hablaba casi de cada uno de los cuentos. Me encontré con su última novela, y también con la anteúltima. Yo prefiero las novelas, y dos juntas parecía demasiado bueno. Pero hoy me entero que forman parte de una trilogía, junto con Los oficios, de 2003, un libro que no encuentro. Así las cosas, todo iba muy bien, y ahora resulta que será una crítica un poco incompleta.


Las voces y el cerro

Las dos novelas tratan de lo mismo, como una continuidad, pero también con los cambios que supone, creo, escribir un libro cuatro años después del otro. En Sierra Padre todavía hay un narrador que va hilando las voces, armando el relato, y en Desalmadas ese narrador casi desaparece para que las voces de los personajes cuenten sus historias. Esto por momentos hace difícil de seguir el relato, porque los personajes aparecen y desaparecen, nos enteramos de ellos por su propia voz, pero hablando de otros, o por la voz de otro que los nombra al pasar.
Se trata de novelas corales, sin personajes principales pero tampoco secundarios, unidos por un lugar en común que es un pueblo en las sierras de Córdoba por donde todos pasarán en algún momento.
Y en eso de un mismo lugar, las referencias podrían ser Onetti o Faulkner, pero a mí me recordó la literatura de Puig, más rural, o el libro El secreto y las voces, de Carlos Gamerro. Aunque lo que más me gustó recordar fue la lectura de los primeros libros de Héctor Tizón, esa idea de escritor aparte del montón, contando la Argentina interior, plural, rural, con personajes tan parecidos a las personas que allí habitamos.
Ese es el mérito más grande de ambas novelas, poder describir, sin hacerlo, la esencia de las personas y su forma de vivir, tan sólo dándole lugar a sus voces. Una vieja bruja a la que le gustaría vivir en un nido o en una vizcachera, y que aún así sabe todo sobre la vida de quienes la visitan. Tres hermanas de la ciudad que buscan la forma de conseguir dinero para no terminar sus últimos años en la ruina Un comisario galán que tiene a sus presos como amigos en la comisaría. Ladrones que se enamoran, que se prostituyen en la ciudad, que se van a vivir con una mujer y su hija discapacitada en Barrio Norte. Un empresario que luego de casarse con la reina del lugar, deja todo porque cree entender mejor la vida desde que tiene un caballo. Un borracho perdido que termina viviendo con un jorobado cuando lo deja su mujer y muere su hija. Un nuevo vecino que compra tierra para sembrar arándanos pero no puede sacar de su quinta a un viejo que vive allí desde siempre.
Dos novelas quietas, donde vivimos la ilusión de que no se construye sino que se descubre la vida de personas ya existentes. Novelas corales, que intentan mostrar las diferencias de los que viven en el campo y los que se van o habitan la ciudad; de los ricos y los pobres que se aceptan o buscan fortuna; de los felices y los infelices sin remedio, de los jóvenes inquietos y los viejos resignados. Novelas sin juicios, sin miedos de mostrar a unos, y principalmente a los otros. Una literatura profunda, rural, inteligente, recomendable.

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