jueves, 23 de febrero de 2012

Una noche con Sabrina Love, de Pedro Mairal, Clarín Aguilar, 1998, Buenos Aires.
El año del desierto, de Pedro Mairal, Interzona, 2005, Buenos Aires.
Salvatierra, de Pedro Mairal, Emecé, 2008, Buenos Aires.

            

    Mucho Mairal
    Es una reseña sobre sus tres novelas, publicadas en el plazo de diez años. La fundamental es El año del desierto. Ya han pasado cuatro años desde la última, lo que lleva a pensar en si Mairal estará escribiendo la próxima. Esperemos que sí. Yo voto para que Mairal deje de lado la máquina de escribir artículos, poesías y cuentos, y agarre la de las novelas. Es más pesada, más incómoda, pero la que él tiene escribe maravillosamente bien. Lo repito, voto por mucho Mairal, por muchas novelas.


    El amor según pasan los años
    Sobre Una noche con Sabrina Love
    Hace más de doce años que sabía que este libro estaba en la Biblioteca Municipal, lo compraron cuando ganó el Premio Clarín y quizás por eso mismo no me interesaba. Hoy leo sus primeras cuarenta páginas y me sorprende. Qué pedazo de escritor parece ser Mairal. Me había llamado la atención, en alguna solapa, la cantidad de traducciones que tenía su obra. Ahora creo entender.
    Es uno de los mejores inicios que recuerdo entre tanto libro de escritor nuevo. Un joven saliendo de su pueblo, sin dinero, hacia la aventura y el sexo, en medio de una inundación por la crecida del río. El ojo atento al detalle, el oído abierto a las voces y sus diferencias, la mención lateral a la historia del protagonista.
    Después cae un poco, pero logra recuperar el terreno en la fiesta de disfraces, en la historia de un amigo gay que le miente a sus padres, y con una nueva historia de amor. Narra todo el tiempo, va y va, literatura pura.
    La leí en un rato. Es corta. Se qué hicieron una película. No me gustó pensar en Cecilia Roth como Sabrina Love, pero no importa. Es tan buena la novela que lo soporta todo, incluso los años.
    Ahora voy hacia El año del desierto. Pero el inicio de Sabrina, uf, una clase. Y después el interior, la ciudad, las personas y su historia, el amor y el sexo, está todo, todo.
    Ah, quería decir que Bajo este sol tremendo, de Busqued, me pareció la misma novela. No lo mismo, pero casi la misma, aquella más oscura, esta de Mairal, más alegre. Y también que me hizo acordar a The Truman Show, esa película en la que el héroe también quiere escapar y está rodeado de agua.


    En el país del futuro y en el otro
    Sobre El año del desierto
    Es la novela más importante de Mairal. Y es una novela muy importante más allá de Mairal. Una novela de las que quitan las ganas de escribir. Porque eso hacen los buenos libros. Yo no soy de los que piensan que los grandes autores te incentivan. Por el contrario, a los buenos dan ganas de putearlos bien puteados y de tirar todo. Muestran la obviedad de las cosas, la necesidad de cambiar de oficio. Dan ganas de apagar la computadora y salir a caminar. De dejar de leer, de dejar de pensar en tramas, en frases y en personajes.
    La historia es sencilla. Una secretaria ejecutiva del centro porteño nos cuenta la historia. La “intemperie”, que no sabemos bien qué es, está llegando desde el interior del país hacia Buenos Aires. Ello implica migraciones masivas ocupando las calles, y una especie de guerra civil en las que los nuevos ocupantes son desalojados, mientras se cierra con un cerco, primero la ciudad, y luego los propios edificios. De ahí en más el texto tiene distintos capítulos en los que se cuentan situaciones muy diferentes.
    En “Como un fuerte” se narra la etapa en la que los edificios se fortifican, y la vida que allí llevan los vecinos, las jerarquías, los problemas, los miedos, las ideas que tienen las personas encerradas. En “Un mismo cuerpo”, la protagonista, María, lleva a su padre enfermo a un hospital y lo cuida hasta que muere, mientras trabaja como enfermera. En “Un cometa” alcanza el exterior, anda perdida, sin comida ni trabajo, hasta que le dan para limpiar un albergue y conoce a Catalina y su novio Gabriel, que serán luego sus compañeros de viaje. En “Ocenan Bar”, otra vez sin trabajo, María entra a un cabaret a trabajar de prostituta, hasta que logran escapar. En “La peregrina”, emprenden el viaje hacia el interior y terminan en una estancia trabajando por la comida. Luego, en “Chacal Mai”, es raptada por un malón de “braucos”, que la toman de cautiva. Es rescatada por un viejo conocido, a cambio de unos caballos, y emprende otro viaje, que culmina en una tribu de aborígenes con los que vive por un tiempo. Eso se cuenta en el capítulo “ú”, que es el nombre de habitantes a la orilla del río. Y en el último capítulo, “En silencio”, termina la historia regresando al lugar donde estaba Buenos Aires.
    Creo no hacer mal en contar así la historia, ya que el mismo autor comienza la novela con un capítulo en el que entendemos que María está viva. De todas formas lo bueno es la lectura, recorrer ese camino junto con la protagonista, ver lo que ella ve, tratar de entender lo que alcanza a dilucidar, vivir semejante aventura. Cuestión que no es fácil de lograr en una novela, y que creo es un punto fuerte.
    Después están las otras cuestiones. Decir que es el viaje inverso al de tanta tradición literaria argentina, ya no del interior a la ciudad, sino de la ciudad al interior. Incluso inverso al recorrido que hace el protagonista de su novela anterior. Y al mismo tiempo es un viaje en la historia, es un retroceso hacia el pasado, donde todo lo que sucede a medida que avanza la trama parece sacado del historia argentina, las divisiones políticas, las guerras, las estancias, los indios.
    Logra Mairal, además, en medio de toda la reflexión que implica semejante viaje, momentos muy literarios. Como los puentes colgantes entre edificios del centro. Las curaciones a un soldado que caminó desde Olhavarría. La noche en que María salvó las cría de una comadreja que dormía con ella en el hueco de un ombú. También recuerdo una larga fila de ciegos, tomados por el hombro, guiados por un tuerto, rebeldes ajusticiados por algún régimen. Las cabezas de cinco niños castigados por usar un automóvil. Y luego, cuando María ya vive con los indios, las imágenes se vuelven más ligadas a la naturaleza, como cuando cuenta sobre el cruque, un hombre que creen animal y que vive en una laguna. Una extraña ceremonia en la que un árbol suena como un instrumento de la tierra. Dos hombres que, teniendo atrofiada la parte inversa de sus cuerpos, se atan y aprenden a vivir como un solo individuo.
    Tiene tantas cosas, es tan intensa, que no queda más que recomendar su lectura. Explicarla es tan complejo como tratar de dar otras referencias literarias. Pensé por momentos en La carretera, de MacCarthy; y en El oficinista, de Saccomanno, por esa vocación de futuro apocalíptico de ciudad. Pero luego está la pobreza y el hambre, y parece una novela social. Después la literatura gauchesca, las estancias, escenas que retoman el tema de El matadero y La cautiva. Y los viajes, que por momentos hace pensar a los cronistas extranjeros que contaron la conquista del desierto, o en Una excursión a los indios ranqueles. Luego, cuando María vive cerca del río, con los indios, me parecía estar leyendo El entenado, de Saer. También pensé en Naufragios, de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, aquel conquistador que perdió todo y terminó como único sobreviviente después de vagar por el interior de una América inhóspita. 
     El año del desierto es un libro complejo, profundo, que hace reflexionar al lector sobre la historia del país, sobre el futuro, y sobre los argentinos. Y que además lo hace a través de una historia entretenida y bien contada. Mairal es una sorpresa. Una fiesta de la literatura.


    La orilla del río
    Sobre Salvatierra
    Retoma Mairal la vida del pueblo a orillas del río, como en el comienzo de Una noche con Sabrina Love. El hijo de Salvatierra regresa después de la muerte de su padre, un empleado del correo que en todo su tiempo libre se dedicaba a pintar. Lo hizo durante sesenta años y el resultado fue una extensa pintura en la que retrató su vida y la de su entorno. La búsqueda de las telas del año 1961, desemboca en el descubrimiento de algunos detalles ocultos en la vida familiar.
    Es la más sencilla de las novelas de Mairal. Y la más corta. Un texto breve, bien escrito, en el que se ve el oficio de un buen escritor, y su especial talento para detectar los detalles importantes. Además tiene un buen final. No merece la injusticia de ser comparada con las anteriores, sobre todo con El año del desierto.