viernes, 4 de noviembre de 2011

Porrovideo, de Jorge Alfonso, Casa Editorial Hum, 2009, Montevideo.



Las calles de Monte video

Es un extraño libro de cuentos, que podría leerse fácilmente como un texto más largo, casi una novela, si se quitaran los títulos, el cierre de cada texto. Es que los personajes son siempre los mismos: el principal, un tal Jorge Alfonso que cuenta las historias, y luego sus amigos, Javier, Tato y Julio. Después, “el resto es selva”, como reza el epígrafe de Guillén en la primera página: vecinos, parientes de amigos, un cartonero con un caballo blanco, vendedores de droga, patrones, compañeros de trabajo, desconocidos. Todo en el contexto un Montevideo algo extraño, alucinado, nocturno, lluvioso, marginal, claustrofóbico, visto a través de los ojos de la marihuana, la cocaína y el alcohol.
Quizás el mayor defecto del libro sea la cantidad de cuentos que contiene, diecisiete en total. Parecen muchos. Hay algunos más extensos, y otros de apenas una página. Entre los primeros están los mejor logrados. El primero “El aire del barrio”, donde se presentan todos en un evento singular que incluye el funeral de una rata al pie de un árbol. “Ingeniería de las naranjas salvajes”, que narra, en partes, los días en los que el escritor Alfonso trabaja en una empresa, al tiempo que podemos leer las poéticas anotaciones de su libreta. “Soledad a la manera de Chéjov”, donde la madre de un amigo, que mezcla whisky con pastillas, termina confesando sus más profundas angustias. “En busca del elefante blanco”, donde se cuenta una excursión a comprar cocaína en medio de la noche junto con un peligroso desconocido. Y “Pasando la lengua por la tristeza y tragando”, quizás el mejor, donde Alfonso y Andrés, esperan en la “amósfera” de un bar perdido, y luego caminan hasta una panadería a comprar medialunas.
Entre los más cortos, hay algunos que se destacan, como “Amor de los pobres hombres pobres”, que comienza como un típica discusión sobre el tamaño de los penes, aunque desde el punto de vista de una mujer, y termina en una tierna historia de amor. “El fiambre de cada día”, en el que el protagonista no puede parar de reírse frente a un almacenero que corta salame con una vieja máquina. “Navidad con gata anaranjada”, que culmina con una gatita muerta colgada de una cinta roja en la puerta de emergencias de una veterinaria.
También hay una serie donde el candombe y los tambores, son importantes: “Mi hermano y yo y la noche triste”, “Cómo se baila el candombe” y “El candombe final”.Entiendo que es un libro para recomendar. Los cuentos están bien escritos, buscan contar algo más que la simple historia; aunque muchas veces el narrador cree, equivocadamente, que eso que buscan los personajes se halla en los momentos mágicos que hay tras las drogas. Y es justamente eso lo que cansa.

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