lunes, 28 de noviembre de 2011

Poeta ciego, de Mario Bellatin, Mansalva, 2010, Buenos Aires.
Pájaro Transparente, de Mario Bellatin, Mansalva, 2006, Buenos Aires.



El asesino prófugo

Bajé en Retiro. ¿Por qué la Estación de Retiro está escondida en la Ciudad de Buenos Aires? Ya llegó el colectivo y todavía hay que atravesar un laberinto hasta encontrar la Terminal. Lo más curioso son los camiones que van por la mano contraria. Muchos con conteiners. Algunos, largos, con apenas dos rollos de láminas de acero. Parecen vacíos, se mueven pesados.
Los alrededores de la Terminal son una feria. Todos venden algo. Alfajores, bebidas que se enfrían en roídas cajas de tergopol, las marcas más conocidas en sus peores versiones pero a los mejores precios. Muchas cosas para celulares, muchos panchos sobre cartoncitos, mucho movimiento. Las personas comen mientras caminan, hablan con familiares lejanos mientras caminan, escuchan a otros, que desde un estudio climatizado creen sacarles una sonrisa.
Voy hacia el norte. Busco el barrio de Palermo. Algunas librerías cuya dirección copié de la página de Tamarisco. Estoy dispuesto a hacer lo imposible. La Barca libros, sobre Scalabrini Ortiz, frente a una placita. Lo busca en la computadora, frunce el gesto. No puedo evitar mirar las estanterías. Una mujer elige libros para su hijo, otra pregunta por una guía de New York y le ofrecen cuatro distintas. Es imposible mirar, todos los libros amontonados, y hay poco espacio, cuando giro entre las mesas siempre hay algo que mi mochila está a punto de tirar al piso.
La próxima se llama Lilita libros, sobre Santa Fe. No está. Se mudó a calle Paraguay. La persigo. La encuentro. Tiene muchas editoriales independientes, pero El asesino de chanchos no aparece. Hay una mujer, joven, en cuchillas, buscando algo en el estante de abajo. Mientras miro, le pregunta como diez veces al librero, desde filosofía hasta medicina y cocina. Ya lo tiene cansado, y sin embargo responde con amabilidad. Pero cuando es mi turno apenas contesta, sí, no, me cobra. Compré una novela de Incardona porque la librería es muy linda. Seguro voy a volver algún día.
Pensaba subir hasta Eterna Cadencia, y una que no conozco que se llama Perros y Románticos, ambas en calle Honduras, pero estoy agotado de caminar. Trazo un recorrido sobre la Guía T. Desemboco, sin querer, en El Salvador y Gascón: La Internacional Argentina. Rodeando el mostrador, pilas de libros de Editorial Mansalva. Los conozco. Una amiga me había prestado cuatro o cinco, pero no los leí, uno era de Aira. Pregunto por El asesino de Lamberti, porque tienen casi todos los de la editorial. No lo tienen. Me tientan las novelas, pero prefiero comprar los de Bellatin, que algunos dicen que escribe muy bien. En la otra mano tenía los de Bizzio, ya volveré, pienso. ¿Será verdad?
Después, un amigo llama a un amigo del autor. Le pide que traiga un ejemplar. Nunca llega, ni el libro ni el amigo.

Escritor prófugo

¿Dónde está Bellatin? Anda por ahí, y vive enviando novelas a las editoriales desde países lejanos: India, Alemania, Perú, México. Ya ha publicado más de veinte. Hijo de peruanos, mexicano, creador de una escuela de escritores donde no se escribe, fotógrafo, artista plástico, curador, organizador de eventos y obras de teatro. Muchas veces pasa por Argentina.
La introducción es tan larga porque el comentario es muy corto. Es que no me gusta la literatura que le gusta a Bellatin. Como la de Aira, por decirlo de algún modo, con quien suele compartir editorial. Una literatura en la que lo importante no es la historia, ni los personajes. Es literatura sobre otra cosa. Quintín elogia mucho Poeta ciego: “sus personajes se aman, se traicionan y se matan como en una tragedia enrarecida y barrial de Shakesperare”.
Poeta ciego, publicada por primera vez en el año 1998, trata sobre un niño que se vuelve una especie de profeta y líder de una secta, que luego, al morir el fundador, se convertirá en un grupo aún más radicalizado. En Canon Perpetuo, del libro Pájaro transparente, sucede algo similar, una mujer vive en un régimen estatal opresivo en el cual la persiguen en su edificio y en la Casa de las Voces. Parecidas las historias, ambas creo que aburren.
Los otros dos textos, Bola Negra y La mirada del pájaro transparente, son superiores a mi criterio. Más logrados, también ubicados en el extranjero, en un remoto país de oriente, y en Japón, cuentan historias que entretienen al lector y tratan los mismos temas que las otras: el dolor, el ascetismo, la libertad, el amor, la muerte, los libros. En el tono de una sencilla fábula casi siempre oriental, al menos en estos libros, se logra un efecto superior. Lo raro es ser un escritor raro es el último texto, especialmente escrito para este volumen, que se refiere al propio escritor y su oficio, parece reducir su público a la gente dedicada a la literatura.
Es una sensación extraña, porque durante la lectura los dos primeros textos llegué a pensar en el abandono, y sin embargo luego, sobre todo con Bola Negra, retomé la esperanza en los libros Bellatin, cosa que no sucede con muchos autores después de terminar un libro.

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