sábado, 28 de mayo de 2011

Londres es de cartón, Unai Elorriga, Alfaguara, 2010, Madrid.



Cartón pintado

Cuando escucho hablar de un escritor que no conozco casi siempre me enfrento a dos posibilidades: conseguir su último libro o su mejor libro. Ahora es más fácil saber, con Internet. Entre los que pedí en un viaje a España estaba éste de Unai Elorriaga. Siempre buscando autores jóvenes, lo nuevo. No sé qué se me cruzó por la cabeza. Leo, porque recordaba una vieja columna del lector-malherido, que justo el que he comprado no es de los mejores, aunque sí el último. Parece que los geniales son Un tranvía SP, del 2003, con el que ganó el Premio Nacional de Narrativa, y luego El pelo de Van’t Hoff. En el 2006, con Vredaman, parece que pasó de lo genial a lo ridículo. Con Londres es de cartón, dice el malherido, recuperó algo de la magia, no está mal, concluye.
Comenzar una reseña con la reseña de otro no es una buena idea. Pero es que tenía la duda de saber si me había equivocado en la elección, o qué era lo que pasaba.
Es un libro durante las cien primeras páginas, y luego es otro, y después vuele a ser el mismo, pero ya es tarde. Al principio se cuenta la historia de un grupo de amigos que viven en los años posteriores al gobierno de un régimen que impuso el terror, la desaparición y tortura de personas. El relato se centra en la espera de la llegada de la hermana de Phineas, por eso vigilan todos los días la estación de trenes desde un tejado. En medio del relato asistimos a la reproducción grabaciones y a la trascripción de leyes referidas al pasado tenebroso. También son muchos los relatos de recuerdos de hechos puntuales del pasado. Eso es la primera parte.
Antes de continuar, quiero hacer referencia al lenguaje, brevemente, porque mientras leía tenía la sensación de que se trataba de un libro traducido. Incluso hay algo así como un chiste con una cita donde se explica que es imposible traducir el significado de un frase, como sucede muchas veces con refranes populares, o regionalismos, que significan algo más. Pero es curioso porque si bien se trata de una traducción, esta hecha por el mismo autor, escribe en euskera y traduce al español. Y se nota esa especie de castellano neutro propio de las traducciones, esa distancia.
Volviendo a la novela. Pasa lo mismo, le falta profundidad, hay una distancia que nunca desaparece, todo el tiempo el lector está esperando algo más, algo que nunca llega. Esa primera parte que es como una presentación del estado de las cosas -porque la historia en realidad nunca arranca-, y de repente se interrumpe para cambiar radicalmente.
En la segunda parte se cuenta sobre un grupo de ancianos que intentan resolver un asesinato al estilo de Sherlock Holmes o Agatha Cristie. Una historia aparte, sin la menor conexión aparente. Aunque se van intercalando algunos capítulos cortos referidos a la primera historia. Y en la tercera y cuarta parte, se terminan de unir ambas historias, en un final más que forzado.
En resumen. Se trata de una novela cuyo tema principal parece ser la forma de evolucionar de los gobiernos autoritarios, y luego desplaza su eje hacia un matiz psicológico en busca de la interpretación de las conductas de los enfermos mentales. Así como lo lee. Se construyen dos mundos, pero luego parece que el segundo no se trata de otra cosa que la versión de una mente enferma. O así creí entender. Dudo, porque nadie lo dice, pero a mí me parece.
Bueno, que voy terminando, porque se trata de un autor reconocido, pero de un libro poco logrado. Nada de recuperar la magia, me parece.

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