lunes, 18 de abril de 2011

Trabajos del reino, de Yuri Herrera. Editorial Periférica, Cáceres, España 2008. Señales que precederán al fin del mundo, de Yuri Herrera. Editorial Periférica, Cáceres, España, 2009.

Los corazones de las gentes


Unas semanas antes de que murriera, en un reportaje, Fowill donde mencionó que viajaba a un congreso de escritores en Uruguay sólo para conocer a Yuri Herrera. No parecía poca cosa. En Argentina todavía no se han editado sus libros. Son dos, el primero es una novela corta, y el segundo, de tan corta ya no es una novela, casi es un cuento.


Hace quince días Maximiliano Tomas, en su blog Tomashotel, del que soy seguidor, escribe un comentario sobre estos libros a partir del cual habla de los escritores profesionales, pasteurizados, que producen textos en lengua neutra para el mercado, y de los otros, los escritores a secas, los que vale la pena leer, como Yuri Herrera, dice, un escritor de los buenos.


Es cierto, los libros son muy buenos. Pero hay que decirlo. Es poca literatura, poca cantidad. O quizás la expectativa era muy grande. Lo que sea. Su escritura es cercana a la escritura de la poesía, breve, cargada de imágenes y preocupada del sonido de las palabras. Literatura de la buena, de la que se espera más.


Trabajos del reino fue elegida por cien personalidades de la cultura, en España, como la mejor obra publicada allí en 2008, aunque había vendido nada más que tres mil ejemplares. Es la historia de un cantor de corridos, el Artista, apadrinado por el capo de cártel de narcotráfico que lo lleva a vivir a su castillo, desde donde se narran las tensiones internas del grupo que allí habita.


Señales que precederán al fin del mundo, de la misma editorial, del 2009, es la historia de una mujer, Makina, que emprende un viaje cruzando la frontera para buscar a su hermano. Y luego la descripción de un mundo extraño, con historias todavía más extrañas.


Es literatura de fronteras. Geográficas, entre México y Estados Unidos; y literarias, donde las palabras, tan propias, cargadas de otros sentidos, dejan lejos la realidad tan cruel del narcotráfico para dar lugar a otra cosa, inasible, que no es más que la literatura y la poesía. Cuando Makina encuentra a su hermano, al llegar a un regimiento, después de más espera, lo recibe un espectro, distinto físicamente de aquel que conocía, con otro nombre, con otro oficio. Ese breve capítulo Herrera lo titula El lugar donde son comidos los corazones de las gentes. Ese título condensa el significado de su literatura, el alimento de su obra, la forma de decirlo.


La última reflexión es con respecto a sus predecesores. ¿Quién son los padres literarios de Yuri Herrera? ¿Quiénes sus abuelos? Hay quien nombra a Guillermo Arriga, Élmer Mendoza, Fadanelli, Ortuño. No he leído a ninguno. Pero quiero mencionar a Juan Rulfo, porque al fin aparece alguien que justifica su parentesco. La misma tierra, los mismos personajes, las mismas historias, como decía, esa particular manera de elegir las palabras y de decidir cuál va al lado de la otra.

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